miércoles, 6 de enero de 2016

Zapatitos mágicos

Pequeños hilos de luz se filtraban por la ventana, el color del hogar iba cambiando, se veía ya el orden a medias y el sin rumbo del ambiente.
No había podido dormir bien entre pensamientos entremezclados y la humedad excesiva que no permitía despegar la piel de las sábanas.
Buscaba algo, digamos especial; su mente le decía que no era un amanecer más pero, no hallaba la clave.
Cual catarata se deslizaron recuerdos, nostalgias de otras épocas ¿mejores, peores? ¿Quién lo sabe?
El preciado regalo que trajeron los reyes hace ya más de treinta treinta años sigue ahí, presente frente a tempestades, cambios y avatares. Es un símbolo de lo que fue y quizás es, un estandarte.
Su mirada recorre el sitio y no ve agua, lechuga ni calzados estacionados en un lugar estratégico: hay vacío, el cual es peor que el recuerdo de lo que fue.
Jornada de alegría, que ojalá fuera para todos los niños del mundo, y que contagia a los adultos, en mucha mayor medida si tienen la dicha de ser padres.
Están pasando nomas los Reyes Magos, recorriendo el mundo de las ilusiones infantiles, generando fantasías, ilusiones, fabricando sonrisas en los amaneceres incrédulos de los chicos en cada 6 de enero.
Y ahí yacen, aunque no se ven, esos zapatitos mágicos, únicos en su especie que no obstante no estar presente físicamente aún generar sentimientos de esperanza.
Ya está, es tiempo de desarmar el árbol de Navidad y dejar que la realidad fluya con todas sus dificultades.
Que el empuje de la mística de estos tiempos compense y nos fortalezca aunque no haya regalos materiales o se noten carencias que tal vez jamás podamos suplir.

Alejo de Dovitiis 2016